lunes, 2 de agosto de 2010

Javier Wong: Cocina sin ataduras.


A pocos días de culminar la inscripción de recetas para el II Concurso Perú Gourmet resulta inspirador leer algo sobre Javier Wong, un chef que cree firmemente que en cada persona tiene un cocinero dentro. Como para animarse por fin a perderle el miedo a las ollas y lanzarse en pos de una receta que bien podría valer S/. 50,000.

“Los cocineros somos unos románticos” dice Javier Wong, un chef que desde sus inicios hace más de dos décadas optó por obviar la tiranía de la Carta y los menús para confiar en la inspiración diaria como dogma inalterable de su cocina. Un dogma de trabajo que lo lleva a preparar un plato distinto para cada comensal y basándose sólo en lo que percibe de cada persona que entra Chez Wong -el refugio para su romanticismo anclado en La Victoria desde hace más de dos décadas- y que sale tras vivir una experiencia de sabor intenso e impredecible. La inspiración, pues, no le ha fallado un solo día.

Pero así como Javier inventa una comida distinta según sea el cliente -el cual sólo tiene opción a elegir entre frío o caliente y entre dulce o salado antes de dejar el resto en manos del cocinero- hay algo una constante en su cocina: el cebiche. Un plato que, según el chef, reúne elementos de los cinco continentes para su preparación “un estilo oriental, condimentos de la india, el pescado de América, etc.” Por cierto que el suyo, dicen, es el mejor del Perú.

Aunque Wong recibe el calificativo con una sonrisa por todo comentario, lo cierto es que el sabor del cebiche que prepara ante los ojos de los comensales es tan intenso en su sabor como simple en su concepción: desprovisto de “adornos” innecesarios, el pescado recibe apenas el baño del limón, un poco de pimienta como maquillaje tenue y la cebolla como toda vestimenta. “Con el tiempo he ido simplificando mi receta aunque la verdad es que ni el cebiche me sale igual cada vez” Puede ser cierto pero siempre le queda espectacular. Al menos a la fecha nadie ha dicho lo contrario.

Y si el cebiche es la razón de su fama casi mítica, el lenguado es la piedra angular de su arte. Un pez que, cuando aparece hace que “los demás peces paguen alquiler” ¿La razón? Javier explica “Me cautiva su belleza, su frescura y la feroz resistencia que pone antes de salir del mar” con tanto cariño y respeto no es de extrañar que cuando corta un lenguado sea algo más que un simple acto mecánico, se trata de una coreografía en la que rinde tributo a la vez que convierte las virtudes intrínsecas del pescado en un plato impredecible. Creación pura.

Porque, como dice Wong, “la creación es la cosa más fantástica que nos ha dado dios” de ahí que no sorprende saber que suele despertarse a mitad de la noche con una idea en la cabeza para llevarla a cabo en la cocina de su restaurante y, acto seguido, darle a probar el resultado a su mujer e hijo. “Pero no recuerdo la receta al día siguiente ¿para qué? la cocina es libertad y no podría ser libre con una Carta o un recetario” afirma con la misma convicción que tiene al momento de apuntar que cualquier persona puede ser un gran cocinero porque, más que una cosa de técnicas o estudios, es “algo instintivo” en todos los hombres. Un instinto que, mezclado con una dosis de romántica rebeldía como la de Javier, puede hacer que la eterna costumbre de mezclar ingredientes para tener algo que llevarse a la boca se vuelva un arte que, no por ser diaria, deja de ser fresca y sorprendente.

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